PAN Y CIRCO

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Después de haber visto la luz no es fácil aceptar el devenir de nuestro modelo sanitario tras cinco ministr@s de sanidad y un buen puñado de consejerías desde la pandemia hasta la actualidad, que no han aportado nada, ni se espera que lo hagan próximamente.

En un país sumido en la mediocridad de sus políticos, por no decir delincuencia, a nadie interesa las necesidades reales en materia de salud y de cuidados de la población actual y venidera.

La calidad es una utopía y la humanización de las organizaciones sanitarias y por ende de la asistencia, es inexistente.

Es obvio que deberíamos hacérnoslo mirar, pero así están las cosas.

Aunque en honor a la verdad aquí no hay “café” para todos, dado que la distribución del “café” es muy desigual en los 17 modelos de salud existentes en nuestro país.

Tras la pandemia del covid quedaron un par de cosas claras, por un lado, que la estructura hospitalaria, eje de nuestro modelo de salud medicalizado durante los últimos 75 años, no cumplía su objetivo: la cirugía y el paciente agudo, dado que más de la mitad de las camas de cualquier hospital público se dedican al paciente crónico pluripatológico.

Por otro lado, quedó patente que la atención primaria y la salud pública, cuyo peso específico en el modelo nunca se ha valorado adecuadamente, salvo en los discursos, hacía aguas, se había colapsado y todo el mundo asumía que precisaba una profunda reforma, que ni llegó, ni se la espera.

La eufemística mediocridad antes mencionada de los políticos se traslada a los gestores, directores generales, gerentes y equipos directivos, cuya inutilidad desconcierta y abruma a los profesionales sanitarios que los sufren.

Decir que el paciente es el centro del sistema, mientras se niegan a dejarles sentarse a nuestro lado, procurando ocultar las inmensas deficiencias de las organizaciones sanitarias, para mantenerlos ajenos a la realidad y evitar que unan fuerzas para reclamar una sanidad digna es bastante penoso.

Así están las cosas, y para el profesional, en nuestro caso, para la enfermera resulta bastante duro que intenten distraerla con humo, mientras su futuro profesional está en dudosa posición, sin una especialización digna y adecuada a las realidades actuales y venideras en materia de cuidados especializados, sin que se reconozca laboral y retributivamente su nivel académico, su formación y destrezas, sin que se aborden las necesidades de desarrollo profesional y reconocimiento competencial.

De calidad, de excelencia, de humanización, no es que no hablemos, es que es mejor no hablar.

PAN Y CIRCO, de lo gordo ya hablaremos otro año.