Antes de la pandemia desde Enfermería y Salud dijimos que era imprescindible abordar una profunda reforma de nuestro modelo de salud,
de los 17 modelos de salud existentes en nuestro país,
que era necesario unificar su funcionamiento, prestaciones, y condiciones de los profesionales.
Dijimos que las enfermeras podían y debían ser el motor de dicho cambio.
Después añadimos que para el completo desarrollo de nuestra profesión, y poder ser el motor de ese cambio imprescindible para poder cubrir las necesidades en materia de salud y de cuidados de la población actual y venidera, era necesaria una nueva legislación que nos amparase y regulase acorde a las capacidades, formación y competencias de la enfermera del siglo XXI.
Y llegamos a la conclusión que solo lo lograríamos con la implicación directa en el campo legislativo y ejecutivo de las enfermeras. Y utilizamos el lema “Una Enfermera en la Moncloa” para visualizar la necesidad de enfermeras que legislen y gobiernen al margen de los intereses partidistas.
Durante la pandemia comprobamos tristemente que gobiernos, y gestores obviaron al colectivo enfermero en el campo de la gestión, o incluso de la simple independencia profesional que “teóricamente” tenemos.
En el ocaso de una época, sin entrar en las miserias políticas del gobierno de España, la pandemia desató un caos organizativo y gestor en el ámbito sanitario de todo el país como nunca antes se había conocido.
Pasado los meses y pasado los años no vamos a mejor en ese terreno.
Las direcciones de enfermería parecen retroceder cuarenta años en el tiempo para doblar su rodilla ante gestores y políticos y llevar la profesión a una involución nunca vista.
Siempre he defendido que el cuerpo de gestión, las direcciones de enfermería son imprescindibles para el desarrollo y progreso de la profesión.
Hoy con las órdenes de ajustar las plantillas orgánicas a tiempos pasados, pero muy pasados, obedientes, solo tienen ojos para “MODIFICAR TURNOS” y “REDUCIR PLANTILLAS”
De la calidad asistencial y la excelencia, de la humanización perdida, solo quedan discursos huecos y vergonzosos en las bocas equivocadas.
Yo creía que con experiencia y formación un gestor tenía más de la mitad del camino hecho, y resulta que no, que ni por esas, que la bola de nieve sigue creciendo, que lo URGENTE llena las agendas mientras LO IMPORTANTE queda relegado al olvido.
Y mientras, seguimos poniendo velas a sabe dios quien, para que nuestra salud no se resienta lo suficiente como para necesitar acudir al sistema sanitario, a nuestro hospital de referencia.
Porque en lugar de depender de un modelo organizado, homogéneo, eficaz, y de calidad, dependeremos de la buena voluntad y destrezas particulares del profesional de turno con el que nos topemos.
Y la bola sigue creciendo
Lo malo es que en el horizonte no se ve una profesión madura capaz de tomar el timón, ni unos políticos y gestores capaces de abordar la necesaria reforma de la atención primaria y la hospitalaria y mucho menos la sociosanitaria.
Si hoy me preguntan: ¿A dónde vamos? Contestaría: Directos a la edad media.
Cuando una bola de nieve rueda cuesta abajo, casi nunca hay un final feliz, eso lo dejaremos para las novelas de ficción.